Ricardo Chávez Castañeda

El llanto no se calmaba porque las lágrimas parecían estarme señalando que estaba metido en un problema de verdad.

Mi cuerpo empezó a actuar sin mí

Ahí entendí lo que nos habían enseñado en la clase de Ciencias Naturales. El desierto es tan cambiante como el mar porque la arena va y viene formando dunas que son casi olas. Mi primo había pasado años apretando la cara

Ahí entendí lo que nos habían enseñado en la clase de Ciencias Naturales. El desierto es tan cambiante como el mar porque la arena va y viene formando dunas que son casi olas. Mi primo había pasado años apretando la cara

Todos habríamos quedado enterrados bajo la arena de su desolación si él no nos hubiera cuidado.

De golpe sentí que quería a mi primo Paco mucho más de lo que imaginaba y estaba a punto de abrazarlo, cuando vimos a las primeras personas muertas de la colonia

nuestra ropa estaba viva y que nuestras pisadas estaban vivas y que nuestra mirada estaba viva y que mi corazón, que cada vez latía más fuerte, estaba vivo como un tambor vivo, que estaba llamando y llamando a los muertos

lo mejor extraña a su familia —me murmuró mi primo a la oreja como si me hubiera leído el pensamiento—. Quizá únicamente quiera ver a su familia desde lejos, ¿sabes?… —Y luego me dijo lo del señor enojón porque él también lo había conocido

Paco y yo caminábamos por las calles muertas, entre las casas muertas, bajo el cielo muerto, a él se le había acabado su media vida.

Fue por miedo. Por puro miedo que me alejé de él, porque si Paco se había quedado convertido en algo parecido a una momia, él no tendría que lanzarse tras de mí para estar siempre a mi lado

pecho.

Y los que empiezan a llorar solos son sus ojos.

Afuera hay un redondo sol y gordas nubes blancas y un enorme cielo azul.

Siempre eso y siempre una calle larga por donde camina

¿Qué se hace con un saber así… con eso de enterarte de buenas a primeras que los muertos únicamente se mudan de colonia y que se quedan a vivir muy cerca de nosotros?