Amanuense

La sombra de una nube la acompaña de a ratos,

Ella dio al desmemoriado

una almohadilla de olor:

él volvió, volvió casado:

ella se murió de amor.

¿Qué podrá sucedernos si somos dueños de la magia?

Adentro hay un océano plural y rumoroso donde se multiplican las voces y el asombro.

La niña abre la mano y la mira. Dentro de la piedra, minúscula y azul, un botecito avanza, desafiando las olas. Y en él, solo una niña que navega, acunando su sombra.

—Ella baila y juega con la magia: con una racha de lluvia construye la alegría o inventa pájaros que sostienen el aire. Y canta, siempre canta.
Ni brújula ni ancla
carta ni puerto
mi corazón navega
en el mar abierto
¡Y no hay manera
de impedir que florezca

Por eso, cuando la noche fue azul en su ventana,

La sombra de una nube la acompaña de a ratos,

Toda la vida brota desde el centro, crece y se expande, y sube y se desborda

Las pesadillas y el enojo, los desencuentros, alguna pena, todo quedó cerrado, bien cerrado. Ahora es preciso hallar la llave nueva, la que le traerán las olas para abrir el silencio. La música infinita del silencio