Victoria Ramírez

la vigilia del descampado
ya sea que vuelvan o se retiren
consternadas hacia el norte
le pertenecen bandurrias treiles
lechuzas alimentadas
con el almíbar de cerillas
él mismo es un ave que emigra y sus dientes
son piedras de olivino que va limando
mientras conduce y planta sombras

el nombre que hubiese querido llevar mi abuelo
quedó para el niño de hueyusca
el nombre que hubiese querido llevar el niño
quedó para mi madre de hueyusca
el nombre que hubiese querido llevar mi madre
quedó para mí
los nombres que escribimos en la pared
perduran en la piel de los damascos

una piedra azul que saqué
de la caja de vinilo de mi madre
disfrutaba el brillo de los objetos
la luminosidad de sus texturas

si el pájaro grazna a la izquierda
elige ese camino
si se oye a la derecha piensa bien
hacia dónde te diriges
la validez de este dilema se cierne
en los cruces de los ríos pilmaiquén y chirre
como dos lados de un destino plano
la unión inédita en el trafún

ya nada vive en su minúscula profundidad

si me alcanzas dices que es muy tarde para hablar

acomodo las palmas y ellas se adaptan
a las cosas que sospecho amar
me dejo llevar por el cordel
apenas logro concentrarme en la historia
mi pecho es un instrumento de viento

y la mitad de los quemados por voluntad propia