abiéndose presa de su destino, huía de su realidad. Estaba dejando al amor de su vida, Nickolas, en Nueva York, y no tenía ánimos de regresar a México donde las cadenas la apresarían a Diego. Estaba ubicada en la tierra de nadie, en un desierto sentimental. Por esa razón se había largado al Viejo Mundo. Decisión de la que se arrepentía cada día: extrañaba a Muray, a Diego, a su familia y a México; además, a su llegada enfermó gravemente y su primera semana en París la pasó convaleciente. No es la mejor manera de visitar la Ciudad Luz.