Para que el muerto, a su manera más tenue, siga viviendo, hay que darle movimiento. Deberá enfurecerse como antes y, en sus ataques de ira, utilizar alguna injuria inesperada, que sólo conozca el que la revele. Deberá ponerse tierno; y quienes lo conocían como una persona severa e inmisericorde, deberán sentir de pronto cómo era capaz de amar. Uno casi desearía que cada uno de los amigos tuviera que representar su propia versión del muerto, y a partir de todas ellas éste volvería a estar ahí.