entregó la mata a uno de los niños más pequeños del grupo; ahora es tuya, campeón, veremos cómo te va. Este la recibió y regresó bastante entusiasmado hacia donde estaban sus acompañantes. El profesor giró su cabeza y buscó a Pipe. El niño, que lucía un poco intimidado, estaba de pie junto a sus padres. No supe de dónde ni en qué momento la sacó, pero alcancé a ver que la mata ya estaba en sus manos. Sus hojas estaban pardas, caídas y apuntando al suelo, igual que las de aquella que había quedado la noche anterior en casa del herborista. Su padre le tocó el hombro, lo que el niño interpretó como señal de dar un par de pasos al frente. Pipe, después de vacilar un poco, miró a sus padres, quienes con un movimiento de cabeza lo animaron a seguir. Entonces dijo, con un poco más de aplomo: la mata se nos murió. Por estar dedicado a otras cosas, como los juegos en la Tablet y la televisión, olvidé regarla. Les pido disculpas a todos. Luego giró su