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Primo Levi

  • Yatzel Roldánhar citeretfor 2 år siden
    Pero los antiguos deportados me dijeron: “no debes actuar así: aquí hay que tener los zapatos y la chaqueta limpios; hay que lavarse la cara y no escaparle al peluquero”. Nos afeitábamos solamente una vez por semana, pero había que hacerlo por respeto a la disciplina y las reglas del campo y también como armadura externa y visible de nuestra vida moral. Nos movía una suerte de instinto colectivo. El que se dejaba llevar estaba en peligro, llegaba siempre último
  • Yatzel Roldánhar citeretfor 2 år siden
    Encontrar una grieta, una forma de superar ese aislamiento constituía un factor de supervivencia. Y hallar la otra punta del hilo, un amigo, era la salvación
  • Yatzel Roldánhar citeretfor 2 år siden
    No sabría decirlo. ¿Qué significa perder la identidad?

    Darse cuenta de que todos los modelos culturales y morales sobre los cuales se construyó una vida allí –como acaba de decirlo– no valen nada
  • Yatzel Roldánhar citeretfor 2 år siden
    Entonces sentí que resulta bastante estúpido hablar de alemanes malos: lo diabólico era el sistema; el sistema nazi era capaz de arrastrar a todo el mundo a través de la crueldad y la injusticia, tanto a los buenos como a los malos. Era muy difícil salir de eso.
  • Yatzel Roldánhar citeretfor 2 år siden
    Había muchos suicidios?

    No. Ése es un tema importante. Había pocos suicidios en el Lager, y de hecho hubo pocos suicidios durante la guerra, menos que ahora, y las explicaciones que encontré acerca del fenómeno no me convencieron. Mi interpretación es que el suicidio es un acto humano; los animales no se suicidan y en los campos el ser humano tenía tendencia a rebajarse a la animalidad. Sí, ya lo dije, lo importante era pasar el día, la comida, no tener frío, saber qué tarea había que realizar, en fin, llegar hasta la noche. No había tiempo de pensar en matarse.
  • Adal Cortezhar citeretfor 8 måneder siden
    ¿Quién es Rumkowski? No es un monstruo, pero tampoco es un hombre como todos; es como muchos, como muchos entre los frustrados que prueban el sabor del poder y se embriagan. El poder es como la droga: quien no lo ha probado no siente la necesidad, pero tras la primera prueba, que puede ser fortuita, nace la adicción, la dependencia, y la necesidad de dosis cada vez más grandes. Nace incluso el desprecio de la realidad y la vuelta a los sueños infantiles de omnipotencia.
  • Adal Cortezhar citeretfor 8 måneder siden
    Es decir, la ambición de poder es tan grande que puede prevalecer incluso en condiciones capaces de apagar todas las voluntades individuales. De hecho, era evidente que padecía el conocido síndrome del poder duradero y sin oposición: una visión distorsionada del mundo, la arrogancia dogmática, el convulso agarrarse como sea a los resortes del mando, creerse por encima de la ley.
  • Adal Cortezhar citeretfor 8 måneder siden
    El duelo no se correspondía con la idea de duelo que veía en sus modelos literarios: este fue desigual, desleal, sucio, y lo había manchado. Los modelos, incluso los más violentos, son caballerescos; la vida no lo es. Se dirigió a la cita sabiendo que nunca iba a ser el hombre que había sido hasta entonces.
  • Adal Cortezhar citeretfor 8 måneder siden
    Puede parecer sorprendente que, en el campo de exterminio, uno de los estados de ánimo más frecuentes fuese la curiosidad. Sin embargo, éramos, además de gente asustada, humillada y desesperada, curiosos; hambrientos de pan y de comprender. El mundo a nuestro alrededor había dado un vuelco total, por tanto, alguien lo había volcado y, por eso, él también era una persona inestable: uno, mil, un millón de seres antihumanos, creados para torcer lo que estaba recto, para manchar lo que estaba limpio. Era una simplificación ilícita, pero en aquel tiempo y en aquel lugar no éramos capaces de articular ideas complejas.
  • Adal Cortezhar citeretfor 8 måneder siden
    Por lo que respecta a los señores del mal, esta curiosidad, que admito conservar, y que no se limita a los jerarcas nazis, sigue viva. Han aparecido cientos de libros sobre la psicología de Hitler, Stalin, Himmler, Goebbels, y he leído decenas de ellos sin que me satisficieran. Es probable que se trate de una incapacidad esencial de los escritos documentales, pues no tienen casi nunca el poder de mostrarnos el fondo de un ser humano. Para este fin, más que los historiadores o los psicólogos, resultan idóneos el dramaturgo y el poeta.
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