La única cosa que J. G. ha acumulado en la vida es grasa. Su grasa es el reverso de todas sus pérdidas, amarguras y sufrimientos. Camina con dificultad. Está lleno de michelines. No llega a tocarse la espalda. Le silba el pecho cuando respira. Tiene la voz grave y lenta. Toda la piel de su cuerpo está cubierta de marcas oscuras y estrías.
Los años de palizas continuas le reblandecieron el cerebro. No sabe leer ni escribir bien. Sus palabras son breves como su sonrisa y deformes como su boca.
—Detrás de la puerta sólo hay dos palos secos, J. G.