Marina Perezagua

Algunas de las historias más singulares que suceden entre los muros de una prisión no pueden ser contadas. Algunas de las historias más extraordinarias que suceden entre las lindes de un continente, tampoco. Pero de todas las crónicas, ninguna entraña tanta dificultad a quien intenta comunicarla como la que sucede dentro de los límites del ser humano.

Aquí el corazón es, antes que nada, el músculo que desde la cavidad torácica bombea la sangre

Linwei no fue más que un muchacho corriente obsesionado con el paradero de un trozo de su padre

Dieciséis
Mis formas de mujer terminaron de desarrollarse en una celda
Dieciséis
Desconocía aún muchos olores y sabores
Dieciséis, una cachorra que buscaba caricias
Dieciséis, un tercio de mi cuerpo y la mitad de mi alma me eran desconocidos
Dieciséis, aún me inquietaba mi periodo
Dieciséis

realidad son trozos de cadáveres, pero el problema es que antes no los veía y ahora esos trozos parecían exactamente lo que eran: carne muerta. Yo también estaba compuesta de carne

cuanto más vivo esté el vivo, más viva, más hiriente, más incisiva será su muerte

Los ojos son tuyos, padre, pero la mirada solo me pertenece a mí.

Así me ajusté a mi imagen, así entré en mi cuerpo. Así me reconocí: sangrante.

Los guardias tienen poder sobre sus intestinos, estómago, digestión.

Qué hija podría honrar a su padre por encima de la propia vida