Podíamos estar horas hablando de el momento. Darle vueltas en las conversaciones: la forma en que se desplazaba la luz, por qué alguien estaba callado, desmontar todas las capas de lo que había querido decir una mirada en realidad. Daba la impresión de ser algo importante, ese deseo nuestro de definir la forma de cada segundo a medida que pasaba, de sacar a la luz todo lo oculto y molerlo a palos.