Constanza Gutiérrez

e consolaban con la idea de un triunfo post escolar, con la fantasía de ser nuestras patronas algún día, pero nosotras no esperábamos vivir tanto como para que eso ocurriera.

tomó la biblia y estuvo leyendo, en silencio, mientras nosotros nos moríamos de la risa. Luego de un rato, lanzó su veredicto:
—Esto es basura. Casi ni salen mujeres y, cuando salen, son de lo peor.

o sé si yo la entienda, pero la parte en la que dice que sufre pensando en que nunca va a sentir más de lo que ya ha sentido me parte el corazón. Hace que me quiera suicidar.

mientras nosotros nos juntábamos apenas porque no había nada mejor qué hacer

¿Acaso soy yo perro para que vengas a mí con palos?

Todo tenís que pensarlo tantas veces, Laura. Eso es lo que menos me gusta de ti.

final, y por mucho que uno se queje, se abraza la miseria como se abraza cualquier cosa en la que hayamos sido criados: por la fuerza de la costumbre. Supongo que tiene que ver con el hábito, con conocer bien lo que se tiene (lo usual: mejor diablo conocido que por conocer) y gracias a eso, por miserable que sea, saber de memoria sus pasadizos y atajos.

Al final, y por mucho que uno se queje, se abraza

Así como, por mucho que odie a sus padres, cualquier adolescente prefiere la suya a la mamá de todos sus amigos, nosotras preferimos nuestra propia historia, nuestra propia basura. De algo tiene que sentirse parte uno, supongo. Yo prefiero mi mierda a la de todos los demás.

aquí todos somos iguales, allá afuera éramos distintos. Y estábamos tan orgullosos de ser distintos.