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John Connolly

  • Natalia Ligahar citeretsidste år
    La gente habla de la pena compartida, pero a menudo la muerte de un niño no afecta por igual al padre y a la madre. Aunque se experimenta de forma simultánea, la aflicción es de una individualidad insidiosa.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Es REM en su primera etapa, algo que habla de hombros y lluvia.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    En ese momento me maldije. Más tarde, aquello se convertiría en el símbolo de todos mis fracasos, de todos mis cargos de conciencia.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Nuestra hija yacía desmadejada sobre el regazo de Susan, con un brazo colgando entre las piernas de su madre.

    Alrededor todo era rojo, como el escenario de una terrible tragedia de venganza donde la sangre se convierte en eco de la sangre. Cubría el techo y las paredes como si la propia casa hubiera recibido una herida mortal. Espesa y viscosa, se extendía por el suelo y parecía engullir mi reflejo en una oscuridad escarlata.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Oscurece deprisa y los faros alumbran las ramas desnudas de los árboles, las franjas de césped cortado, los buzones blancos y limpios, la bicicleta de un niño tirada frente a un garaje. El viento sopla con más fuerza, y cuando dejo atrás el cobijo de los árboles, noto sus embestidas contra el coche. Me dirijo a Becket, Washington, las colinas de Berkshire. Ya casi he llegado.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Tenía la coartada de un borracho: mientras alguien me arrebataba a mi esposa y a mi hija, yo bebía bourbon en un bar. Pero aún aparecen en mis sueños, a veces sonrientes y hermosas como eran en vida y a veces sin rostro y ensangrentadas como las dejó la muerte; me hacen señas para que me adentre aún más en una oscuridad donde se oculta el mal y no hay lugar para el amor, adornada con millares de ojos ciegos y los rostros desollados de los muertos.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Para matar el rato, mientras esperaba a que Ollie Watts, «el Gordo», saliera de su escondrijo, llegué a leer el New York Times de principio a fin sin quedarme dormido. Mi paciencia estaba a punto de agotarse.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Se anunciaba que Hansel McGee, juez estatal del Tribunal Supremo y, según algunos, uno de los peores jueces de Nueva York, se retiraba en noviembre y que posiblemente se incorporaría al consejo directivo de la Corporación Municipal de Sanidad y Hospitales.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    —Dile a ese gordo gilipollas de tu novio que voy a subir a buscarlo, y vale más que no me obligue a perseguirlo —dije—. Estoy muy cansado y no tengo intención de andar corriendo por ahí con este calor.
  • Haroldo Piñahar citeretfor 3 måneder siden
    Para el Gordo se había establecido una fianza de cincuenta mil dólares, fruto de un malentendido entre Ollie y las fuerzas de la ley y el orden en relación con el verdadero propietario de un Chevy Beretta de 1993, un Mercedes 300 SE de 1990 y unos cuantos deportivos bien equipados que habían llegado a manos de Ollie por vías ilegales.
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