En los años siguientes, Sergio empezó a decir que el mayor escritor de películas del Oeste había sido Homero, en cuyos héroes veía los arquetipos de sus vaqueros. No sé si en 1964 ya tenía esa idea, pero enseguida pude vislumbrar en él una gran ambición: la de reescribir el western enlazándolo tanto con el modelo estadounidense como con la commedia dell’arte italiana, apartándose de ambos lo suficiente como para que fuesen reconocibles pero también nuevos, innovadores, pero una cosa era decirlo y otra, hacerlo.