Silvia Plath

todo lo que había leído alguna vez acerca de locos me quedaba en la mente, mientras todo lo demás volaba

Bien; tenías razón. Soy una verdadera neurótica. Nunca podría establecerme en el campo ni tampoco en la ciudad.

Si ser neurótica es decir dos cosas mutuamente excluyentes en el mismo momento, entonces soy endemoniadamente neurótica. Estaré volando de una a otra cosa mutuamente excluyente durante el resto de mi vida.

El pensamiento de que podía matarme cobraba forma en mi mente fríamente, como un árbol o una flor.

sabía por qué iba a llorar, pero sabía que si alguien me hablaba o me miraba con demasiada atención, las lágrimas brotarían de mis ojos y los sollozos brotarían de mi garganta y lloraría durante una semana.

—Ella quiere —sentenció Jota Ce con gracia— ser de todo.

Dije que quería ser poetisa.

Entonces exploraron buscando algo que pudiera sostener.

Me sentí débil y traicionada, como la piel mudada por un terrible animal. Era un alivio estar libre del animal, pero parecía haberse llevado con él mi espíritu, y todo aquello sobre lo cual había podido poner sus garras.

Se me hacía cada vez más y más difícil decidirme a hacer cualquier cosa en aquellos últimos días.

No por bondad ni por curiosidad, sino porque yo le había tocado a él igual que una carta de juego de un mazo de cartas idénticas

«No se necesitan dos para bailar, sólo se necesita uno», y me dejé llevar y doblar como un árbol en el viento.