Connie Zweig

En mi opinión, sin embargo, los logros alcanzados por el individualismo que surgió en el Renacimiento deben armonizarse con el desarrollo de una nueva solidaridad, un compromiso deliberadamente asumido de corresponsabilidad con el resto de los seres humanos.

No podemos seguir creyendo ingenuamente que la virtud se alcanza renunciando al vicio; es imposible definir nuestro ascenso ético en términos de lo que hemos abandonado. Este tipo de bondad no es más que mera arrogancia.

La situación política y los aterradores –por no decir diabólicos– avances de la ciencia despiertan en nosotros

todo juicio humano es imperfecto y, por consiguiente, no podemos seguir creyendo ingenuamente en la infalibilidad de nuestros juicios.

que el «bien» y el «mal» sean relativos no significa que se trate de categorías inválidas o inexistentes.

Toda valoración moral se asienta en la aparente certidumbre de un código moral que pretende saber exactamente lo que es bueno y lo que es malo. Pero una vez que hemos descubierto lo inseguro de sus fundamentos, cualquier decisión ética se convierte en un acto creador subjetivo.

para obtener una respuesta al problema del mal en la actualidad es absolutamente necesario el autoconocimiento, es decir, el mayor conocimiento posible de la totalidad del individuo.

Cualquier idea que nos hagamos del inconsciente será errónea porque nuestra capacidad cognitiva es incapaz de comprender su esencia y de imponerle límites racionales.

Estamos frente al mal y no sólo ignoramos lo que se halla ante nosotros sino que tampoco tenemos la menor idea de cómo debemos reaccionar. Y aunque supiéramos responder seguiríamos sin comprender «cómo ha podido suceder esto».

La situación política y los aterradores –por no decir diabólicos– avances de la ciencia despiertan en nosotros secretos estremecimientos y oscuros presagios. Pero ignoramos la forma de salir de esta situación y hay muy pocas personas que crean que la posible solución descanse en el alma del ser humano.