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Helen Hoang

  • Dannahar citeretfor 2 år siden
    ¿Por qué no podían ser todos los hombres como su padre? La creía guapa y brillante, y su olor no le provocaba náuseas.
  • Dannahar citeretfor 2 år siden
    ¿Eres científica, Stella?

    —Ah, no. Soy economista. O, más concretamente, econometrista.

    Para él, eso la colocaba en la categoría de cerebrito, y sintió algo extraño en la nuca. Joder, siempre había sentido debilidad por las chicas listas. Por algo su fantasía preferida era la de «La profesora me pone cachondo».
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    Mientras hablaba, se inclinó hacia él para mirarlo con los ojos brillantes por la emoción. Esbozaba una sonrisa, como si fuera a contarle un secreto. Sobre cálculos matemáticos
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    Y su olor… ¿Cómo era posible que no lo hubiera captado hasta ese momento?

    —¿Te has puesto colonia? —le pregunto al mismo tiempo que aspiraba.

    Michael se tensó.

    —No, ¿por qué?

    Se inclinó hacia él y se acercó todo lo que pudo sin enterrarle la cara en el cuello, por el afán de aspirar más de ese olor tan embriagador.

    —Hueles estupendamente. ¿Qué es?

    ¿De dónde procedía ese olor? Parecía cubrirlo por todas partes, pero era demasiado ligero. Necesitaba una dosis más concentrada.

    —¿Michael?

    La miró con expresión curiosa.

    —Es mi olor corporal, Stella.

    —¿Tú hueles tan bien?

    —Eso parece. Aunque eres la primera que me lo ha dicho.

    —Quiero este olor sobre mí.
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    pero ella le enterró los dedos en el pelo. Si algo lo enloquecía, además de las mamadas, era que una mujer le acariciara el pelo. Sintió el roce de sus uñas en el cuero cabelludo con la suficiente intensidad como para provocarle un escalofrío en la espalda, y eso hizo que se olvidara de la luz.
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    ¿Qué quieres ver?

    Su repentino distanciamiento no debería molestarlo. Pero lo hacía. Quería que volviera a ser la misma de antes.

    —Que no sea una serie coreana, por favor. Mis hermanas me obligan a verlas con ellas para reírse de mí cuando lloro.

    Vio que su reserva se derretía al sonreír, y todo volvió a ser como antes.

    —¿De verdad lloras?

    —¿Quién no lo hace? Siempre muere alguien. Hay malentendidos descomunales. Y me acuerdo de uno en el que atropellaban a la protagonista, que era muy simpática, mientras estaba embarazada.
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    —Quítate el sujetador —dijo con más brusquedad de la que pretendía, pero no pudo evitarlo. Se moría por ver el resto de su persona. Tal vez ella no hubiera fantaseado sobre las noches que iban a pasar juntos, pero él sí.
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    La vio apretar los puños a ambos lados del cuerpo.

    —¿Eso es necesario? No son mi mejor rasgo. Son pequeñas.

    —Sí, es necesario. A los hombres nos gusta verlas, aunque sean pequeñas. —Y tocarlas. Dios, estaba desando tocárselas.

    Stella hizo una mueca, como si quisiera discutir con él. Cuando vio que se llevaba las manos a la espalda y se quitaba el sujetador, contuvo el aliento.

    Y, después, se mordió el labio mientras sonreía. Stella no parecía ser consciente, pero tenía el tipo de pezones con los que soñaban los hombres y los bebés. Areolas de color rosado y unos pezones prominentes que, sin lugar a dudas, se pasaban el día duros, ya hiciera frío o calor, lloviera o hiciera sol. Stella Lane, la economista conservadora, tenía pezones de estrella del porno. Y él los quería en la boca ya.
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    —Llevan acabando las frases de la otra desde pequeñas. Creo que son extraterrestres.
  • Dannahar citeretfor 2 år siden
    —Últimamente eres mi rompecabezas preferido.
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