—¿Sabes qué?
Me habría pasado toda la noche mirando su cara. Las arrugas que se le formaban en el contorno de los ojos. El lugar donde el cuello se unía al hombro.
—¿Qué?
—A veces, Clark, tú eres la única razón que tengo para levantarme por las mañanas.
—Entonces, vamos a alguna parte. —Las palabras salieron de mi boca antes incluso de que supiera que iba a pronunciarlas.
—¿Qué?
—Vamos a alguna parte. Una semana, solo para divertirnos. Tú y yo. Ni uno solo de estos…
Will esperó.
—¿Imbéciles?
—… imbéciles. Di que sí, Will. Vamos.
Sus ojos no se apartaron de los míos.