Como es lógico, los cronistas del momento se lamentaban constantemente de la desaparición del antiguo orden protocolario, el del campo de batalla, el orden guerrero y feudal, simbolizado por el banquete fundacional del Cantar de Roldán, en el que los doce pairs rodeaban al rey y en el que nadie ignoraba ni cuestionaba las reglas jerárquicas que determinaban el orden para acceder a los platos o para ser servido.