Es interesante ver cómo el cristianismo, que en realidad honra la pobreza (todo el mundo conoce la parábola del camello y del ojo de la aguja), intentó una y otra vez conciliar la creciente prosperidad con su conciencia. ¿Acaso no dice el Nuevo Testamento: «Fijaos cómo crecen los lirios del campo, ni trabajan ni hilan, pero os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vestía como uno de ellos»? La mentalidad de trabajar y trabajar para medrar no formaba parte del planteamiento inicial cristiano. Los discípulos de Cristo predicaban cuidar de los pobres; los ricos no salen bien parados en los evangelios. La religión cristiana tenía que ejercer una presión considerable sobre los cristianos, cada vez más pudientes. En cualquier caso, en Europa reinaba una mentalidad de expiación con obras