Para calmar la angustia es natural buscar respuestas totales, soluciones inmediatas: ¿qué o quién creo que será capaz de protegerme? ¿Existe alguien que me ame incondicionalmente? Tanto que, al hallarme descompuesta y perdida, solo pueda responder con la máxima dulzura, sin mirada, sin juicio. Sus ojos enterrados en las manos.