Sara Torres

Estamos juntas en los planes de futuro. En el presente me siento sola en la debacle, e interpreto esa sensación de soledad profunda como una verdad que supera a cualquier compañía. Mamá lo decía: «Siempre estamos solos», «Cuando estás mal siempre estás sola». Tal vez me lo dijo demasiadas veces. Tantas que fui criada con la leche de la desconfianza.

Para calmar la angustia es natural buscar respuestas totales, soluciones inmediatas: ¿qué o quién creo que será capaz de protegerme? ¿Existe alguien que me ame incondicionalmente? Tanto que, al hallarme descompuesta y perdida, solo pueda responder con la máxima dulzura, sin mirada, sin juicio. Sus ojos enterrados en las manos.

A veces parece que el miedo y el amor son una misma cosa. Cuando amamos con pasión y somos correspondidas sentimos de pronto un miedo insoportable a perder a esa persona. La primera vez que tuve una relación fantaseaba ansiosamente con la posibilidad de que ella muriera, de que muriésemos las dos. Tanta intensidad no podía durar, tanta belleza no podía durar. Quizá ella, tras despedirse de mí después de una tarde juntas en el parque, cogiese el coche y tuviese un accidente. Quizá yo enfermase de un mal perturbador y viese en sus ojos el rechazo. Creo que es la angustia la que genera la sensación de que amor y miedo son lo mismo.