Si el capital planifica, tendría que ser planificado por algún agente, él mismo una identidad ciborg que no puede verse a sí misma como candidato a la obsolescencia; si no planifica, es que se está concibiendo como una fuerza autónoma, causal, como una fuerza «natural» en el viejo sentido de lo natural como lo opuesto al nomos, a la convención y a la voluntad colectiva