Jaime Moreno

Pero el respeto y la estima a tu propio pensamiento harán de ti un hombre satisfecho contigo mismo, perfectamente adaptado a los que conviven a tu lado y concordante con los dioses, esto es, un hombre que ensalza cuanto aquellos reparten y han asignado.
MEDITACIONES VI, 16

En ninguna parte un hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su propia alma.
MEDITACIONES IV, 3

Examinándonos a nosotros mismos hallaremos lo que nos conviene:
Cava en tu interior. Dentro se halla la fuente del bien, y es una fuente capaz de brotar continuamente, si no dejas de excavar.
MEDITACIONES VII, 59

Solo puede amarse aquello que se conoce». Evidentemente, no se trata de caer en el narcisismo ni la autocomplacencia, pero sí de interiorizar el respeto y el amor hacia uno mismo. Marco Aurelio lo planteaba así:
No merezco causarme aflicción, porque nunca a otro voluntariamente afligí.
MEDITACIONES VIII, 42

Dice así: «¿Me preguntas en qué he aprovechado hoy? He comenzado a ser mi propio amigo». Mucho ha aprovechado: nunca estará solo. Ten presente que un amigo así es posible para todos.
EPÍSTOLAS MORALES A LUCILIO I, 6, 7

lo afirma Musonio Rufo:
Serás merecedor del respeto de todos si empiezas lo primero por respetarte a ti mismo.
MUSONIO RUFO, CITADO POR ESTOBEO
ÉGLOGAS III, 31, 6.

comenzó a dar él mismo clases en el Pórtico Pintado de la ciudad, que en griego se llama Stoá Poikile, por lo que sus discípulos pasaron a ser conocidos como «estoicos», que vendría a traducirse algo así como «los del Pórtico» (nada muy épico que digamos), y su corriente, «estoicismo»

Para ilustrar mejor la interrelación entre estas tres partes, los estoicos recurrieron a la imagen de un huevo: la lógica sería la cáscara; la física, la clara, y la ética, la yema

En consecuencia, la filosofía tenía una finalidad eminentemente práctica, ya que su objetivo no era el conocimiento por sí mismo, sino proporcionar los medios para llegar a ser sabio.

no te vamos a proponer una «receta» que te llevará a convertirte en ese tipo de sabio del que habla Séneca (que se asemeja más bien a un santo cristiano o a Buda).