Carolina del Olmo

  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    No se trata de seguir indagando en los factores biológicos o psicológicos –siempre individuales– que hacen de una persona algo así como una buena madre responsiva, sino de imaginar cómo debería ser nuestro entorno para que a todos nos sea posible ser buenas madres. Necesitamos una organización social en la que ser madre no implique salirse del mundo ni hacer equilibrios imposibles; en la que participar activamente en la vida común no signifique mutilar la experiencia maternal ni externalizar el cuidado; en la que todo el mundo entienda y proteja la importancia de los cuidados. Es cierto que hace falta toda la tribu. Una tribu que nos permita ser madres y ser otras muchas cosas más a la vez; que nos permita elegir de verdad y, en el mismo acto, comprometernos. No una sociedad que nos fuerce a decantarnos por opciones igualmente defectuosas y a dar la espalda a lo que son ingredientes irrenunciables de nuestra constitución como personas
  • Nathalyhar citeretsidste år
    Tal vez no sea el primer paso de una revolución, pero sí es, al menos, un movimiento de resistencia.
  • Luhanahar citeretsidste år
    El problema es una sociedad cuyas exigencias son radicalmente incompatibles con las necesidades de los bebés y también con las de quienes cuidan de ellos.
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Podemos rechazar 10.000 años de estilo de vida agrícola y unos 200 de civilización industrial por ser antinaturales, por no ser respetuosos con el estilo de vida para el que millones de años de caza y recolecta supuestamente nos prepararon. Pero creo que sería mucho más fructífero centrarnos en identificar y procurar modificar aquellos rasgos de nuestro contexto social que hacen que resulte tan difícil atender a nuestros hijos como querríamos y como se merecen. La maternidad –las maternidades– que hoy vivimos son en buena medida el resultado de condiciones sociales, materiales y políticas que nos impiden cuidarnos a nosotros mismos y a quienes nos rodean. Comprender esos límites es el primer paso para transformarlos
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    la idea de que está en nuestras manos hacer de nuestros hijos personas emocionalmente sanas y completas, constituye una fantasía de control apaciguadora en un mundo que se nos escapa por completo. Son ilusiones que nos permiten vivir con serenidad una situación que, de otro modo, nos resultaría intolerable: no podemos controlar el tipo de mundo en el que crecerán nuestros hijos. No podemos sortear la precariedad y la incertidumbre económicas. No les dejaremos la herencia de un entorno de solidaridad y reciprocidad en el que crecer moralmente. No sabemos poner freno a la degradación del medio ambiente ni hasta qué punto estará envenenado el aire que respirarán y los alimentos que consumirán. Por no poder, no podemos siquiera garantizarles el acceso a una educación y una sanidad públicas de calidad. Pero nos ilusionamos pensando que asegurándoles unos buenos comienzos –parto respetado, contacto temprano, salud primal– y usando las herramientas de la crianza con apego haremos de ellos adultos sanos y felices…
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Por decirlo de la manera más llana posible, me parece imprescindible intentar ser bondadosos y empáticos con los niños, negociar y evitar el autoritarismo, así como procurar descubrir y respetar sus ritmos de desarrollo. Pero no solo porque me gusten los niños, o porque amar a mis hijos sea una respuesta natural en mi especie. Y no, desde luego, porque crea que todo cuanto de ellos deriva es natural y benéfico, y nosotros como cuidadores debamos plegarnos a ello, ni tampoco porque me lo dicte mi instinto. Sino porque me parece que son personas con derecho a ser tratadas con respeto, además de ser receptores netos de nuestra obligación moral de cuidar
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Ahora bien, reconocer un derecho es solo el primer paso. Tan importante o más es establecer las condiciones materiales para que se pueda ejercer. Si tuviera que resumir en una sola frase el defecto principal que le veo a la crianza con apego –y sus derivaciones en forma de consejos de amamantamiento materno, responsividad, contacto constante, etcétera–, diría que se trata de una ideología demasiado pro-niño en un mundo demasiado anti-niños. Reconsiderar nuestras prácticas individuales de crianza es inútil e imposible si no las relacionamos con aquellos aspectos de nuestro entorno material que nos impiden cuidar a nuestros hijos como querríamos. Más aún, deberíamos pensar qué medioambiente social debería ser el adecuado para que el cuidado pueda ser una parte esencial de nuestra realización como personas que quieren, necesitan y deben participar en la arena pública, es decir, en el proceso de establecer las normas que regulan nuestra vida en común
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    El principal problema al que nos enfrentamos en la crianza no es la ausencia de una genuina ciencia pedagógica que nos proporcione un gran método infalible. Los problemas tienen que ver, más bien, con una dinámica social profundamente hostil a la crianza.
  • Armando El Guatequehar citeretfor 2 år siden
    Bien está intentar que las mujeres y entre ellas las madres desarrollen libremente sus aspiraciones del tipo que sean. Su participación en la vida pública es irrenunciable. Y desde luego, es imprescindible acabar con esa sobreexplotación a la que se ven sometidas muchas amas de casa y trabajadoras domésticas. Pero es preciso entender que el cuidado es un derecho y un deber esencial en una sociedad igualitaria.
  • Nathalyhar citeretfor 2 år siden
    artículo tenía infinidad de comentarios. Algunas madres contaban cómo había sido la revelación en carne propia. Otras decían que a ellas sí se lo habían advertido. Lo curioso es que entre la montaña de alusiones al carrusel hormonal, a maridos poco colaboradores, a la necesidad de darnos un tiempo para hacernos a la nueva situación, etc., no había ni una palabra sobre la posibilidad de que un entorno más propicio de cooperación y compañía pudiera mitigar esos sufrimientos, quizá hasta el punto de hacerlos desaparecer.
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