Este descubrimiento, muestra súbita de madurez por mi parte, me hizo sentir un poco triste, como si al mostrarme condescendiente con mi padre lo viera de pronto como una persona más simple y más vacía; como si hubiera entendido de golpe que mi padre carecía de una inteligencia o una complejidad que Teresa y yo compartíamos —y probablemente también mi hermana—.