—La mayoría de los maestros permite entrar a clases hasta diez minutos después de comenzarlas, así que apresúrese y, tal vez, no tenga problemas —Guarda silencio durante unos segundos y pregunta—. ¿A qué piso va? ¿A qué cátedra?
—Al sexto piso, a la clase del señor… —Hago una breve pausa buscando en mi móvil el apellido del profesor— …Harvet.
—Olvide lo que dije, no se esfuerce en vano —Estoy segura de que mi expresión de horror lo obliga a continuar—. Después de las siete, nadie entra a la clase del profesor Harvet.
—Ay no —El reloj ahora marca un minuto más.
—¿Sabe volar? —pregunta con tal calma y buen humor que empiezo a desesperarme.
—Eh… ¿No?
—Entonces corra. ¡Ya!