Alec Lightwood, el hijo mayor de los cazadores de sombras que dirigían el Instituto de Nueva York, había aparecido en su puerta, le había dado las gracias por salvarle la vida y le había propuesto que quedaran mientras por el rostro le pasaban cincuenta tonos de rubor entre el rosa y el malva. Como respuesta, Magnus perdió la cabeza, lo besó, y quedaron en verse el viernes.