Néstor Robles

Citater

Josué Osbournehar citeretfor 6 måneder siden
Puede llamarme N. Soy un asesino, un natural born killer, ¿no?, como la película: de nacimiento. Eso sí, uno de verdad. Desde que nací he sido un niño prodigio: siempre me adelanto a las cosas. ¿Quién sabe? Uno siempre se quiere adelantar. Como una morrita con la que salía: íbamos al cine y siempre quería adivinar quién se iba a morir, quién iba a vivir, quién era el asesino. Digo, está bien, ¿no?, uno se pregunta lo mismo, es lo divertido de las historias: siempre quieres saber quién muere, quién vive, quién mata. Pero esta morra lo decía en voz alta y se reía de los detalles importantes. Cómo me cagan esos que van al cine a burlarse y decir las pendejadas que piensan en voz alta. Total. Me salí de la sala porque, lo peor, adivinó todo. En cuanto salieron los créditos y vino el obligado «Te lo dije», seguido de una risa de sabelotodo, la dejé. Me estropeó la película, pues. Pero ella no fue mi primera víctima, no, a ella no la maté.
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Puede llamarme N. Soy un asesino, un natural born killer, ¿no?, como la película: de nacimiento. Eso sí, uno de verdad. Desde que nací he sido un niño prodigio: siempre me adelanto a las cosas. ¿Quién sabe? Uno siempre se quiere adelantar. Como una morrita con la que salía: íbamos al cine y siempre quería adivinar quién se iba a morir, quién iba a vivir, quién era el asesino. Digo, está bien, ¿no?, uno se pregunta lo mismo, es lo divertido de las historias: siempre quieres saber quién muere, quién vive, quién mata. Pero esta morra lo decía en voz alta y se reía de los detalles importantes. Cómo me cagan esos que van al cine a burlarse y decir las pendejadas que piensan en voz alta. Total. Me salí de la sala porque, lo peor, adivinó todo. En cuanto salieron los créditos y vino el obligado «Te lo dije», seguido de una risa de sabelotodo, la dejé. Me estropeó la película, pues. Pero ella no fue mi primera víctima, no, a ella no la maté
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La primera fue mi jefa. Como me quise adelantar, le compliqué el parto. Entonces le dijeron que nada más uno se salvaría. Mamá no dudó en elegirme. Tenía 26. Quería que yo viviera. A veces pienso que mejor me hubiera dejado morir a mí, pero luego me pongo a chillar porque pienso así y trato de imaginar por qué, qué chingados tiene de extraordinario estar vivo. Lloro cuando me acuerdo de ella, ustedes me disculparán. Pero es que deben saber que tengo una memoria fotográfica: me acuerdo de su rostro hinchado cuando nací, su sonrisa antes de que cerrara los ojos, también cuando vi a mi papá llorar, con esa mirada de coraje que nunca perdió. Porque, muy a su pesar, tengo la misma cara de mi madre. Si me pusieran una peluca no sabrían distinguir si soy vieja o bato. Y cómo me ha hecho sufrir esto, carajo. Empezando por mi jefe, mi segunda víctima.
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