Cuando éramos dos sin percibirlo casi;
cuando tanto decíamos la voz amor sin
pronunciarla;
cuando aprendida la palabra mayo
la luz ya nos untaba de violetas;
cuando arrojábamos perdida nuestra mirada al
fondo de la tarde,
a lo hondo de su valle de serpientes,
y el ave rokh del alba la devolvía llena de
diamantes,
como si todas las estrellas nos hubiesen llorado
toda la noche, huérfanas.