No te preocupes por él —le dije.
Pero ella no pareció muy convencida.
—Él me buscará, señora. Tarde o temprano vendrá a esta casa buscándome, porque no dejará que me vaya con lo que le he robado —susurró Emilia—. Me he llevado lo que más le importa en el mundo.
—¿A Marcial? ¿Qué le has robado? —quise saber.
Emilia se quitó la manta despacio. Debajo llevaba lo que parecía un vestido blanco de verano que le quedaba al menos dos tallas pequeño. Estaba embarazada.
—Su hijo, señora. Lleva casi un año y medio intentándolo y esta vez lo ha conseguido. —Emilia se pasó la mano por la tripa con afecto—. Antes me daba igual lo que le pasara al niño mientras me dejara irme después del parto, tal y como me prometió, pero ya no quiero que él se lo quede. Dice que es su heredero, su legado. Está obsesionado con eso. Es lo único en este mundo que le interesa, el niño.