Sólo en las ciudades griegas el individuo era lo bastante libre como para independizar su pensamiento y lanzarlo a la osada aventura de la razón. No había allí castas sacerdotales cerradas, como en Egipto o Mesopotamia, que preservaran celosamente todo conocimiento, ni ortodoxias que defender por medio de la violencia. La escritura no era una propiedad exclusiva del clero, tan compleja y cerrada que nadie salvo los iniciados podía acceder a ella. La discusión, el debate público de ideas, no sólo se permitía sino que era bien visto, incluso el alma política de la ciudad estado, y en él era la capacidad de persuadir, la argumentación racional, la única arma legítima, en ningún caso el linaje o la iluminación. En pocas palabras, quizá sea un tanto exagerado afirmar que la filosofía fue el resultado inexorable del desarrollo de la polis, pero seguro que no lo es decir que no habría sido posible sin su existencia previa