Cuando dormimos profundamente, no hay pensamientos. Cuando el cerebro comienza a soñar, aparecen pensamientos espontáneos extravagantes. Durante el día disfrutamos de nuestros pensamientos normales y aceptados, que la gente modula de manera entusiasta salpicando los cócteles químicos del cerebro con alcohol, narcóticos, cigarrillos, café o ejercicio físico. El estado de la materia física determina el estado de los pensamientos.