Así pues, la batalla no es entre nosotras mismas, sino contra el mundo en que vivimos. Y cuando entiendes esto, todo cambia: porque el clima que sin querer estamos creando para las mujeres es un clima en el que somos hipercríticas unas con otras, y en el que toda heroína debe caer, y en el que cada fallo debe ser expuesto, y en el que el listón está puesto unos seis metros más alto para las mujeres que para los hombres, que siguen teniendo sus ideas y nunca consideran un «deber» hablar por todos los hombres del planeta ni participar en todas las discusiones que surgen.