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Patricia González Gutiérrez

  • Pedro José Pico Vinceshar citeretsidste år
    El sexo es un acto que ha podido ser violento, placentero, un deber o un vicio
  • Verónica Murguíahar citeretfor 6 måneder siden
    La política romana usaba de una forma continua, insistente y agotadora la sexualidad como arma política.
  • Camila Sanchezhar citeretsidste år
    para la mentalidad romana, el sexo nunca consistía en una relación entre iguales, no iba de complicidad ni de ternura
  • Camila Sanchezhar citeretsidste år
    El sexo en Roma no era un diálogo, sino un monólogo. Se basaba en el poder, siempre era una relación entre un superior y un inferior, entre una persona activa y una pasiva.
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    Por otro lado, como es habitual, las fuentes son poco amigas de la normalidad (aunque sí de la normatividad).
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    Antes de empezar con este libro, además, hay que entender algo sobre la sexualidad y Roma, y es que, para la mentalidad romana, el sexo nunca consistía en una relación entre iguales, no iba de complicidad ni de ternura, no iba de dos (o varias) personas compenetradas para obtener y procurar placer, preocupados unos por otros.
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    El sexo en Roma no era un diálogo, sino un monólogo. Se basaba en el poder, siempre era una relación entre un superior y un inferior, entre una persona activa y una pasiva.
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    Pierre Bourdieu, por su parte, usó habitus para esa forma de adaptar el cuerpo, la estética o los movimientos a una serie de convenciones.
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    Wittgenstein afirmó una vez que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo.1
  • Verónica Murguíahar citeretfor 7 måneder siden
    Los romanos, por ejemplo, no tenían un nombre para el color naranja, pese a que era el color esencial en las bodas, el del velo de las novias y el de sus zapatillas. Podían hablar del color del fuego o del azafrán, o de un rojo amarillento o un amarillo rojizo, pero jamás crearon una palabra concreta. Tampoco tenían un nombre para el concepto de «consentimiento» como lo tenemos hoy y, en realidad, a diferencia del naranja, era la propia idea la que se les escapaba. Sin embargo, tenían un amplio vocabulario para definir a las prostitutas o para hablar del sexo.
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