Todo caía –el sol, la humedad sobre las cabezas de los animales, las aves en el reposo de sus nidos–, todo, menos la pregunta para siempre suspendida en el aire:
–Abuela, ¿cómo se sujeta un día con otro? ¿Por qué los días dejaron de sucederse para el abuelo?
Imaginen el silencio del cielo a esa hora confusa de la tarde, sin sol ni luna, en la que el cielo vira del naranja al violeta hasta que el azul de la noche se va llenando de insectos y estrellas.