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Edith Nesbit

  • Alicia M. Mareshar citeretfor 2 år siden
    Que haya niebla en Londres no puede tomarse por señal inequívoca de que habrá, asimismo, niebla en la campiña. Puede suceder que uno parta desde el Strand a tientas, en combate con las tinieblas del Último Día, que tome un tren en Charing Cross o Waterloo y cubra unas cuantas millas en un periplo lento y azaroso, durante el cual atravesará una amplia gama de amarillos siniestros, pero que al final, gradualmente, vaya aclarando y los últimos velos de neblina se disipen, de modo que el pasajero emergerá a la superficie con el aire claro. Puede, incluso, que hasta brille el sol.
  • Alicia M. Mareshar citeretfor 2 år siden
    Advirtió que ya no se movía en absoluto… y luego percibió un trueno brutal y sordo que desgarró la semioscuridad como un megaterio. Creyó haber regresado a la noche de los tiempos y que algo, un ser solitario y bramante de furia, estuviese arrancando de cuajo y luego pisoteando sin piedad los árboles gigantescos de una selva virgen. Aquel estrépito le resultaba muy familiar. ¿Qué viajero transoceánico no lo conoce? ¡Era la sirena de niebla!
  • Alicia M. Mareshar citeretfor 2 år siden
    Marie Belloc Lowndes está convencida de que a los muertos se les permite regresar en ocasiones para reconfortar, consolar o advertir a aquellos a quienes amaron en este mundo.
  • Martha Lunahar citeretfor 2 måneder siden
    Es decir, obviando la terminología técnica, argumentaba que la muerte, cuando no es violenta y ninguno de los órganos ha sufrido daño alguno, era una mera suspensión de la vitalidad y que, en ciertos casos, se podía inducir a la vida a recuperar sus funciones mediante los métodos adecuados.
  • Sol Ríoshar citeretfor 2 år siden
    El periodo de la antología abarcará desde mediados del siglo XVIII hasta más o menos 1918, fecha después de la cual muchos de los miedos que expresaban los autores distópicos se hicieron realidad tras la Primera Guerra Mundial y la Revolución bolchevique…
  • Sol Ríoshar citeretfor 2 år siden
    las distopías del siglo XIX se ocupan principalmente del terror a los movimientos revolucionarios que quieren subvertir el sistema en favor de una mayor igualdad, del progreso científico que causa más mal que bien, del control eugenésico, y de la amenaza de la mecanización.
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