Juan Sisinio Pérez Garzón

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    Ser moderno significaba abrirse a las luces de la razón
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    las mujeres sean las protagonistas de sus propias vidas
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    meta no es ser como los varones sino lograr que las mujeres sean las protagonistas de sus
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    Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1948.
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    discurso de género”, esto es, la difusión de una imagen de las mujeres basada en la diferencia sexual y, en consecuencia, en el papel de la maternidad. A lo largo de los siglos se ha construido una idea de las mujeres basada en un destino natural, el de reproducir a la especie humana. Fuesen de una clase social u otra, de una religión u otra, se ha pensado que la mujer es ante todo un ser determinado por su sexo y, por tanto, por su condición reproductora. Sin embargo, esto no ha sido así con los varones, que no han tenido una tarea biológica que los haya unificado como género por encima de las diferencias sociales. Se piensa que las mujeres nacen destinadas a una tarea idéntica, la maternidad, y este hecho biológico es el que da soporte a su identidad de género. Semejante pensamiento ha sido elaborado y defendido durante siglos, desde la Grecia clásica hasta hoy, incluyendo la cultura judeocristiana. No es cuestión de adentrarnos en las fórmulas más repetidas en nuestra cultura cuando se representa a la mujer como “ángel del hogar” y “perfecta casada”.
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    Estas imágenes se han actualizado con propuestas aparentemente más novedosas como las de “mujer moderna”, pero conservando intacta la maternidad como seña de identidad de la mujer. Esto es, que el sexo de la mujer la sitúa obligatoriamente al servicio de la familia y, en definitiva, del hombre, una idea que persiste en el modelo de madre y esposa que vemos no solo en películas y publicidad, sino en los discursos médicos sobre la crianza y en las propuestas pedagógicas sobre las relaciones entre madre e hijo que presionan a la mujer para ser el “ángel del hogar” en versión moderna. Por eso, de la maternidad se derivan otras señas de identidad como que la crianza de los hijos y, por tanto, todo lo relacionado con el ámbito doméstico es siempre y en todo caso lo natural de las mujeres. De este modo, la doble carga que tenían las mujeres en las épocas premodernas no ha desaparecido. Si antes las mujeres tuvieron que trabajar en el campo, en los talleres o en las fábricas, y además atender lo que se consideraba suyo propio, por biología, que era cuidar del hogar, ahora, en plena modernidad, no han dejado de atender ese doble trabajo pues, además de haber conquistado importantes parcelas de independencia laboral, siguen asumiendo como propia la mayor parte de las tareas domésticas.
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    Por otra parte, con las nuevas técnicas de reproducción, quizá estemos ante una nueva realidad, la del derecho a la maternidad, muy diferente al deber de maternidad basado en la idea de una mujer objeto para la reproducción.
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    Por último, que el feminismo siempre se ha expresado de forma plural, puesto que es parte de la democracia, y porque su meta no es ser como los varones sino lograr que las mujeres sean las protagonistas de sus propias vidas, lo que implica necesariamente una pluralidad de perspectivas en ese camino de construcción de la igualdad social.
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    capitalismo generó en esta primera fase una estructura dual en el mercado laboral c
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    Se desarrolló, por tanto, a lo largo del siglo XIX, un enfoque de las ocupaciones femeninas fuera del hogar como la prolongación de las tareas domésticas. Por eso se abrieron camino laboral como enfermeras, maestras, secretarias…,
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