Amelia Drake

  • Lexi Blancashar citeretfor 2 måneder siden
    La impulsividad arrastra a las almas jóvenes a las llamas de la perdición
  • Mariana Quezadahar citeretsidste år
    ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    ca con adornos azules claros y oscuros. Sobre la lata, en elegantes letras doradas, se leía: «Macarons Marie».
    —¿Pasa algo? —preguntó el seleccionador.
    Twelve sacudió la cabeza.
    —No, señor —respondió. Le pareció que no procedía contarle que hacía doce años la habían encontrado en una caja de galletas exactamente igual que aquella, y que la coincidencia le parecía dolorosamente significativa.
    —Coge una galleta de la caja —dijo el seleccionador y, con un gesto elegante y rapidísimo, apartó la tapa lo justo para que Twelve pudiera meter la mano.
    Ella actuó sin pensar, alargó los dedos y los introdujo entre los bordes de la caja, buscando una de las
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    Responder de modo que lo que los demás esperaban de ella se convirtiera realmente en su sueño.
  • Lexi Blancashar citeretfor 2 måneder siden
    —Ahí abajo están todos de los nervios.

    —¿Y tú no?

    —Yo siempre estoy de los nervios. Y no dejo de pensar ni un solo momento.
  • Lexi Blancashar citeretfor 2 måneder siden
    aprendería que despedirse de alguien era como tener que bañarse en agua helada: la única manera de que no te diera miedo el frío era lanzarse de golpe.
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