Marshall Berman

Debemos recordar que Marx escribe en un momento histórico en que, especialmente en Inglaterra y Francia (El manifiesto tiene, en realidad, más que ver con estos países que con la Alemania de la época de Marx), el desencanto del capitalismo es intenso y general y está casi preparado para estallar en formas revolucionarias.

Marx tratará de hacerlas desaparecer en el libro primero de El capital, en su análisis sobre «El fetichismo de la mercancía», una mística que rechaza las relaciones intersubjetivas entre personas en una sociedad de mercado como relaciones puramente físicas «objetivas» e inalterables entre cosas.

Este pasaje es tan llamativo porque, al ver cómo Marx se identifica con la perspicacia y la fuerza crítica de la burguesía y se esfuerza en arrancar la aureola de las cabezas de los intelectuales modernos, nos damos cuenta de que, en alguna medida, es su propia cabeza la que deja al desnudo.