Podemos suponer que en algún lugar del cosmos, donde aún no hay rastros de la especie humana, nos espera una zona de silencio (que no dejará de recular, por supuesto, ante el avance de futuros exploradores), un gran mar de quietud impoluto de todo movimiento, un territorio virgen totalmente callado. Pero nuestra imaginación nos engaña si pensamos que el silencio es un destino al que podríamos llegar algún día.