Hace muchos años, AMLO y la sociedad civil parecían llevarse bien. Así hablaba en su discurso de toma de protesta como jefe de Gobierno de la Ciudad de México en el 2000:
[Nuestra] estrategia de corresponsabilidad tiene como otro eje fundamental el impulso a las organizaciones de la sociedad civil. También con ellas queremos compartir el poder y las responsabilidades.
Las organizaciones civiles tienen novedosas formas de trabajo, de obtención de recursos, compromisos y vocación de servicio. Las organizaciones civiles serán respetadas y llegaremos a acuerdos para la realización de proyectos específicos en materia de salud, educación, cultura, combate de adicciones, atención de discapacitados, enfermos terminales, adultos mayores, jóvenes, niños y niñas de la calle, así como otros programas de beneficio social.22
Dieciocho años más tarde, en su tercera campaña presidencial, opinaba algo muy distinto:
Le tengo mucha desconfianza a todo lo que llaman sociedad civil o iniciativas independientes. El problema es que han simulado demasiado con lo de la sociedad civil, es como lo de las candidaturas independientes, que son independientes del pueblo, no de la mafia del poder.23
La desconfianza del candidato se volvió animadversión del presidente, pues para él, la sociedad civil dejó de ser “pueblo” para convertirse en otra cosa:
[La sociedad civil] antes era pueblo, nada más que ya se apropiaron de la sociedad civil. Yo no conozco gente de la sociedad civil de izquierda. Por lo general, todas las empresas promueven ahora organismos de la llamada sociedad civil independientes, que son independientes, pero del pueblo. […] Todo lo que es sociedad civil tiene que ver con el conservadurismo.24
El castigo de AMLO a esa sociedad civil colonizada por intereses “conservadores” ha consistido en romper, no solo los puentes de respeto, colaboración y diálogo, sino también cerrar por completo la llave del presupuesto a todas las organizaciones, sin distingos. Como con la desaparición de programas de gobierno, aquí también todo se justifica solamente invocando la existencia generalizada de corrupción, sin que el presidente ni sus funcionarios aporten evidencia que sostenga sus dichos:
El dinero del presupuesto ya no se va a transferir a ninguna organización campesina, de construcción de vivienda, de filantropía, de fomento a la cultura, al arte, a la ciencia. No, ya todo va a ser administrado por el gobierno, para eso es el gobierno, porque había la mala costumbre de que del presupuesto… se transferían fondos a organizaciones sociales y no había transparencia.