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Hannah Kent

  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    Nacida el 27 de octubre, el nombre se lo pusieron al día siguiente. ¿Qué más que­rías saber?
  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    Estoy borracha de verano y de sol. Quiero coger puñados de cielo y comérmelos
  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    urante toda mi vida la gente me ha creído demasiado lista. «Se pasa de lista», decían. ¿Y sabe una cosa, reverendo? Pues que por esa razón precisamente no me tienen compasión. Porque piensan que soy demasiado inteligente, demasiado astuta para verme envuelta en algo así por accidente.
  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    En cambio, Sigga es tonta y bonita y joven y por eso no quieren verla morir. –Se reclinó sobre el poste de la cama con los ojos entrecerrados.
  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    Pero ven que tengo una cabeza sobre los hombros y creen que una mujer que piensa no es de fiar. Y le guste o no, ésa es la verdad, reverendo.
  • Naomi Sotelohar citeretsidste år
    Te perderás. No hay hogar último, no hay entierro, solo un esparcir constante, un viaje frustrado que te lleva a todas partes sin ofrecerte un camino a casa, porque no tienes casa, solo esta isla fría y tu oscuro ser diseminado en una fina capa sobre su superficie, hasta que recoges al aullido del viento e imitas su soledad, no te vas a casa, te vas para siempre, el silencio te reclama para sí, sus oscuras aguas devorarán tu vida y harán con ella estrellas que quizá te recuerden, pero si lo hacen no lo dirán, no lo dirán, y si nadie dice tu nombre te olvidarán. Me han olvidado.
  • Fernanda Toralhar citeretsidste år
    Su madre decía que los muertos hacían que las flores se mecieran como si saludasen a quienes visitaban el cementerio después de cada invierno. Pero cuando murió, su padre arrancó todas las flores silvestres y desde entonces las tumbas yacían desnudas.
  • Fernanda Toralhar citeretsidste år
    «Somos hijos de Dios –se dijo–. Esta mujer es mi hermana en Cristo y yo, como su hermano espiritual, debo guiarla de vuelta a casa.» Sonrió y puso el caballo en tölt.
    –La voy a salvar –musitó.
  • Fernanda Toralhar citeretsidste år
    Al principio no sabía qué hacían allí todas esas personas, hombres y mujeres por igual, todos quietos y mirándome en silencio. Entonces comprendí que no era a mí a quien miraban. Comprendí que aquellas personas no me veían a mí. Yo era dos hombres muertos. Era una granja ardiendo. Era un cuchillo. Era sangre.
  • Fernanda Toralhar citeretsidste år
    Las paredes ha­bían estado en otro tiempo recubiertas de madera noruega, pero Jón había quitado los paneles para pagar una deuda que tenía con un granjero del otro lado del valle. Ahora, los muros de turba desnudos rociaban con tierra y hierba las camas en verano, y en invierno se reblandecían, produciendo un moho que goteaba sobre las mantas de lana e infestaba los pulmones de la familia. La casa se desintegraba, era una covacha que estaba contagiando su estado de descomposición a sus habitantes. El último año dos criados habían muerto de enfermedades causadas por la humedad.
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