Lejos de emancipar a la sociedad de las normas, la desregulación neoliberal ha emancipado el capital de la ley política y de las necesidades sociales, conduciendo la sociedad a su sometimiento ciego a la ley de la acumulación financiera. La desregulación neoliberal ha supuesto, en fin, el inicio de una era de absolutismo capitalista, en la que la acumulación del capital y en particular la acumulación financiera funcionan de manera totalmente independiente (ab-solutus, desligados) de los intereses sociales.
Así es como finalmente la tradición humanista, que se basaba en la idea de un destino humano no sujeto a las leyes teológicas o a la necesidad, ha sido destruida.