Jenn Shapland

Para poder contar su propia historia, una escritora debe convertirse en personaje. Para contar la historia de otra persona, una escritora debe convertir a esa persona en una versión de sí misma, encontrar la manera de habitar en ella.

En ellas veo la única historia que escribió: la de una inadaptada y solitaria mujer que tiene que lidiar con su yo oculto y es incapaz de articular sus propios anhelos.

Ahora pienso en la sexualidad y en la identidad, así como en el género, como procesos de prueba y error. Tienes que encontrar lo que funciona para ti. Necesitas una narrativa que deje espacio al caos, una que te permita virar hacia los extremos.

Estoy más convencida que nunca de que somos fragmentos de otras personas.

Para poder contar su propia historia, una escritora debe convertirse en personaje. Para contar la historia de otra persona, una escritora debe convertir a esa persona en una versión de sí misma, encontrar la manera de habitar en ella. Este libro tiene lugar en la distancia fluida entre la escritora y su sujeto de escritura, en la fabricación de un yo, en todas sus versiones, en la página.

«Fui torpe, errática, incontrolable», cuenta Jill Johnston, autora de Lesbian Nation, sobre su proceso de aceptación de su identidad. (O Eileen Myles: «Los hombres seguían gustándome. Quiero decir, que al menos eso intentaba»). Aquel primer terapeuta, también un estudiante de posgrado, no tenía mucho que ofrecerme. Me pasaba la mayor parte de nuestra sesión meditando —sentada en silencio— tal y como él me sugería.

Ser forastera es una actitud.