Laura Rodríguez Leiva

fantástico recrea nuestra realidad para destruirla y quebrarla a partir de la introducción de un fenómeno imposible que nos inquieta y nos angustia.

Dice el diccionario que lo insólito es lo raro, lo extraño, lo desacostumbrado

es decir, de la feminidad entendida como una construcción conceptual masculina1

Contenta sí, feliz, emocionada, pero enamorada, eso que a una le cambia el mundo, la visión, la sangre, los gustos, los horarios, los pasos, el oído, el futuro (el pasado también pero eso es otra historia), el paladar, el tacto ah Dios mío el tacto, los sueños, los proyectos, la lengua, los miedos, los pecados y la memoria; eso no, eso era algo que sentía por primera vez en mi vida, aleluya

Peor. Me doy cuenta de que estoy percudida, momificada, estática, ni siquiera puedo trasladarme. Ni transmutar puedo

No nos conviene relacionarnos con mujeres opacas, ¿me entiende

del concepto del «saber situado». Haraway explica que este concepto tiene que ver con nuestra identidad y el lugar desde el que miramos y leemos el mundo. La autora propone especificar cuál es nuestro punto de vista, porque nunca somos neutrales y por eso nuestro conocimiento y nuestra visión del mundo son parciales y están situadas en un contexto y en la subjetividad de quien lo emite.

El canon, como todo, se configura a partir de convenciones sociales y relaciones de poder y de clase que no pueden pasar desapercibidas ni para las lectoras, ni para la crítica, ni para la academia, ni para el discurso institucional.

La escritora Christine de Pisan, desde su habitación propia, decidió reclamar también una ciudad propia y escribió La ciudad de las damas (1405), donde imaginó un mundo gobernado y habitado solo por mujeres que reclamaban su derecho a la igualdad,

La científica británica Margaret Cavendish, por su parte, publicaba su utopía El mundo resplandeciente en 1666