Es un ensayo encantador. Envidié mucho la infancia de la autora, rodeada de naturaleza y libros. Al inicio creí que el hecho de que ella fuera mormona afectaría mi conexión con el libro, pero no fue así porque habla de muchos temas: de cómo encontrar la propia voz, de la pérdida de quienes amamos, de la naturaleza y los paisajes de Estados Unidos, del amor, de cómo es ver la muerte y la pérdida del lenguaje de frente, de su personalísima y vasta experiencia de vida como mujer, mormona, estadounidense y ambientalista.
En Goodreads vi que Sputnik reseñó que le pareció que la voz era falsa, lejana y que el libro era muy blanco, tal vez sí es blanco, digo, la autora lo es. Pero no me pareció que tuviera complejo de salvadora. Quizá la extrañeza de la voz está en su nivel de intimidad: es normal la dificultad de identificarse con alguien de otro país, de otra generación y con otras bases espirituales. Pero a pesar de que se pueda catalogar como un ensayo autobiográfico, también tiene un nutrido anecdotario y en todo momento está presente la poesía.
A mí me pareció una lectura muy acogedora, que me brindó compañía y me hizo sentirme cerca de la belleza. Me gustó mucho, me dieron ganas de regalárselo a todas mis amigas.