Emma Barreno

  • Iván Arturo Méndez Ocampohar citeretsidste år
    No ve nada porque la cámara ya le ha robado el poder de la vista.
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    En esta película, la vi por primera vez a USTED.
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    Era la primera vez que volaba en mi vida. Me entusiasmaba el viaje y no podía imaginarme que algo peligroso pudiera pasarme. Pero ya que un cierto
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    miedo transfiguraba los rostros de los familiares y amigos que me llevaron al aeropuerto, comencé a preocuparme. Quizá me habían ocultado algo para no preocuparme. ¿Pero qué podría ser? Aunque no tenía idea de la mecánica de los aviones, estaba convencida de que el mío funcionaría bien. Nunca me había subido a un transporte tan grande, tan sólido y tan limpio. La motocicleta de mi hermano mayor, por ejemplo, no era más que una muía llena de chipotes y rayones. Quién sabe si tenía todos los tornillos en su lugar. En comparación con esa motocicleta, el aparato de “Interflug”, que seguramente era “made in Germany”, me daba mucha confianza.
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    Cuando ajusté con fuerza el cinturón de seguridad, sentí un gran alivio porque a partir de
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    ahora no era responsable de nada de lo que pudiera pasar.
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    Berlín era una feria de exposiciones de palacios antiguos. Si existiera la inflación de ruinas como existe la de dinero se vería más o menos así. Edificios hermosos que se repetían hasta el cansancio y parecían pretenciosos y solitarios. A pesar de la belleza de la arquitectura, la
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    ciudad no era rica porque no había comida a la venta en la calle: no había puestos de sopa de pasta, ni mercados de fruta, ni una vendedora de cocos. No olía a nada comestible. Mi tío me había dicho antes de mi partida:

    —¡Lástima que no te han invitado a Hungría o la República Checa! En Bulgaria también habría sido rico. ¡Pero en Alemania!

    Al principio estaba un poco enojada por las palabras de mi poco confiable tío pero quizá tenía razón. La gente en Hungría y República Checa sabía cómo se produce buen pimiento y sabía cocinar bien. En Bulgaria no solamente se podían comer buenos pepinos, tomates y yogur, sino también uno podía bañarse bien, con agua caliente o fría, como uno quisiera, dijo mi tío
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    En una tierra lejana la propia escritura parecía inverosímil.
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    Siempre he tenido bue
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