Julián Herbert

  • Juan Díazhar citeretfor 2 år siden
    —¿Nunca has sentido que estás en el lugar correcto pero ya es hora de que te vayas?
  • DDXXhar citeretfor 6 måneder siden
    l Mayor había nacido en Altamira, Tamaulipas. Todos los hombres de su familia hicieron, de generación en generación, cosas tan estúpidas como perder un ojo en una riña o ahogarse en el río Bravo cuando intentaban cruzar de mojados. Por eso él, que nunca había sufrido siquiera una fractura, se veía a sí mismo como al héroe que vence una maldición. Medía 1,91, pesaba 109 kilos y se llamaba Plutarco Almanza, aunque prefería que todos se dirigieran a él por su rango militar.

    Magnífico párrafo para entender cómo se describe a un personaje.

  • DDXXhar citeretfor 6 måneder siden
    mo si debajo de la piel de esa muchacha todavía fuera verano.
  • DDXXhar citeretfor 6 måneder siden
    —¿Nunca has sentido que estás en el lugar correcto pero ya es hora de que te vayas?
  • DDXXhar citeretfor 6 måneder siden
    Lo que yo quiero que me digas es cómo le haces para seguir feliz cuando ya te diste cuenta de que estabas feliz.
  • Juan Carlos Francohar citeretfor 2 måneder siden
    Era como vivir perpetuamente en medio de una orgía de fantasmas
  • martehar citeretsidste år
    Marisela Acosta. Con ese nombre, mi madre se dedicó durante décadas al negocio de la prostitución
  • martehar citeretsidste år
    Yo sabía —como lo sabe cualquier niño que haya crecido en las inmediaciones de un congal— que detrás de aquel bastión campeaba el revólver del sexo. Y tenía la vaga idea de que del sexo dimanaba una volátil mortificación de la carne mezclada con lo cotidiano, el dinero, el barullo de la noche y el silencio del día. Fuera de esta percepción esquiva y asquerosa, nunca entendí un carajo. Pero gracias al comentario de mamá logré, años más tarde, relacionar el sexo con la música, esa otra fuerza de la naturaleza que tundía a machetazos la desgracia desde nuestra consola Stromberg Carlson.
  • martehar citeretsidste år
    Yo sabía —como lo sabe cualquier niño que haya crecido en las inmediaciones de un congal— que detrás de aquel bastión campeaba el revólver del sexo. Y tenía la vaga idea de que del sexo dimanaba una volátil mortificación de la carne mezclada con lo cotidiano, el dinero, el barullo de la noche y el silencio del día. Fuera de esta percepción esquiva y asquerosa, nunca entendí un carajo. Pero gracias al comentario de mamá logré, años más tarde, relacionar el sexo con la música, esa otra fuerza de la naturaleza que tundía a machetazos la desgracia desde nuestra consola Stromberg Carlson.
  • martehar citeretsidste år
    Hace tiempo, en un coctel celebrado en Sant Joan de les Abadesses, un poeta y diplomático mexicano me dijo: —Leí esa nota autobiográfica tuya que apareció junto a tu cuento en una antología. Me resultó entretenida pero obscena. No me explico por qué te empeñas en fingir que una ficción tan terrible es o alguna vez fue real.

    Observaciones como esta me vuelven pesimista acerca del futuro del arte de narrar. Leemos nada, y exigimos que esa nada carezca de matices: o vulgar o sublime. Y peor: vulgar sin lugares comunes, sublime sin esdrújulas. Asépticamente literaria. Eficaz hasta la frigidez. En el mejor de los casos, una novela posmo no pasa de costumbrismo travestido de cool jazz y/o pedantes discursos Kenneth Goldsmith’s style que demoran cien páginas en decir lo que a Baudelaire le tomaba tres vocablos: spleen et ideal.

    «La técnica, muchacho —dice una voz en mi cabeza—; baraja la técnica».

    A la mierda: mamá fue en su juventud una india ladina y hermosa que tuvo cinco maridos: un lenón legendario, un policía abaleado, un regio goodfella, un músico suicida y un patético imitador de Humphrey Bogart. PERIOD.
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