“Y es que el muerto de guerra es otra cosa, ¿sabe? Es cosa seria, cosa peluda, cosa callada.”
Sofoco es, según la RAE, una sensación de calor, muchas veces acompañada de sudor y enrojecimiento de la piel, como la que suelen sufrir las mujeres en la época de la menopausia, es, también, un grave disgusto que se da o se recibe, es ahogo, asfixia, sofocación, acaloramiento, calor, opresión, cansancio, sofoquina, rubor, sonrojo, calma, disgusto, turbación, desazón, bochorno, enfado, vergüenza y sofocón. Todo ello, condensado con gran oficio y contundencia por Laura Ortiz Gómez.
Lo más hermoso de leer buenos libros sin recomendación o sugerencia alguna es que se trata de un descubrimiento en toda regla, no soy especialmente fanático de los libros de relatos, lo mío son las novelas en forma, pero es innegable que Laura tiene una capacidad única para crear las atmósferas en cada relato, tiene un dominio de la técnica narrativa y con ello, precisa con suavidad y pulcritud descripciones muy detalladas de sus entornos, incluyendo la cordialidad y picardía de las expresiones coloquiales del español colombiano ¿No me crees? Date la oportunidad con “Aíta la muerte” o “Mingus el ardiente”
Sus personajes transmiten desasosiego y tristeza a través de retratar los complejos problemas de las grandes urbes como son la precariedad laboral, el machismo, la necesidad económica y la desigualdad social, de una forma anecdótica y contundente va desgranando una narración circunstancial en la que se lee entre líneas una gran capacidad de observación, escucha e investigación.
Una sensación de calor que hace que cada voz busque salir y encontrarse, sus cuentos anhelan y procuran ofrecer un recorrido del alma de los personajes e intentan reconstruir una voz que puede ser muchísimas voces, esas que quieren hablarnos de la sexualidad y de los miedos de la infancia, del amor homosexual y de la misoginia, de los débiles y los desfavorecidos, y de esa tensión constante entre los que dominan y los dominados; cada relato está compuesto por diversas capas de tiempo que hacen que las historias se amplifiquen en medio del sopor que las invade, mis favoritos: “Aíta la muerte”, “Esperar el alud”, “El corazón del señorito”, “La cajita de Avon”, “El último Pibe Valderrama” y “Parto de vaca”.
“A mí me crio el silencio.
Este viejo, sentado al borde del camastro, con los ojos vacíos, es el silencio.
(…)
A la hija del silencio la mataron por pobre, porque le ofrecieron un trabajo. Yo, que soy el odio vivo, tengo quinientos años.”
“Y es que el muerto de guerra es otra cosa, ¿sabe? Es cosa seria, cosa peluda, cosa callada.”
Sofoco es, según la RAE, una sensación de calor, muchas veces acompañada de sudor y enrojecimiento de la piel, como la que suelen sufrir las mujeres en la época de la menopausia, es, también, un grave disgusto que se da o se recibe, es ahogo, asfixia, sofocación, acaloramiento, calor, opresión, cansancio, sofoquina, rubor, sonrojo, calma, disgusto, turbación, desazón, bochorno, enfado, vergüenza y sofocón. Todo ello, condensado con gran oficio y contundencia por Laura Ortiz Gómez.
Lo más hermoso de leer buenos libros sin recomendación o sugerencia alguna es que se trata de un descubrimiento en toda regla, no soy especialmente fanático de los libros de relatos, lo mío son las novelas en forma, pero es innegable que Laura tiene una capacidad única para crear las atmósferas en cada relato, tiene un dominio de la técnica narrativa y con ello, precisa con suavidad y pulcritud descripciones muy detalladas de sus entornos, incluyendo la cordialidad y picardía de las expresiones coloquiales del español colombiano ¿No me crees? Date la oportunidad con “Aíta la muerte” o “Mingus el ardiente”
Sus personajes transmiten desasosiego y tristeza a través de retratar los complejos problemas de las grandes urbes como son la precariedad laboral, el machismo, la necesidad económica y la desigualdad social, de una forma anecdótica y contundente va desgranando una narración circunstancial en la que se lee entre líneas una gran capacidad de observación, escucha e investigación.
Una sensación de calor que hace que cada voz busque salir y encontrarse, sus cuentos anhelan y procuran ofrecer un recorrido del alma de los personajes e intentan reconstruir una voz que puede ser muchísimas voces, esas que quieren hablarnos de la sexualidad y de los miedos de la infancia, del amor homosexual y de la misoginia, de los débiles y los desfavorecidos, y de esa tensión constante entre los que dominan y los dominados; cada relato está compuesto por diversas capas de tiempo que hacen que las historias se amplifiquen en medio del sopor que las invade, mis favoritos: “Aíta la muerte”, “Esperar el alud”, “El corazón del señorito”, “La cajita de Avon”, “El último Pibe Valderrama” y “Parto de vaca”.
“A mí me crio el silencio.
Este viejo, sentado al borde del camastro, con los ojos vacíos, es el silencio.
(…)
A la hija del silencio la mataron por pobre, porque le ofrecieron un trabajo. Yo, que soy el odio vivo, tengo quinientos años.”
Tremendos cuentos. Laura ortiz Gómez tiene una escritura sensible, detallista, observa el movimiento y los ánimos de la gente y de sus espacios. Y tiene un humor que pfff. El tratamiento que da a los temas más difíciles, relacionados con el conflicto armado interno, es de una sutileza que dice mucho de cómo se sienta a trabajar el lenguaje (el de sus personajes y de ella como autora). Estoy feliz por ya no perderme más estos cuentos.
Quedé fascinada por: Tigre americano: panthera onca, La cajita de Avon, Un toro bien bonito, Parto de vaca y Esperar el alud.