Jaroslav Hašek

El gran matadero que fue la Guerra Mundial no podía prescindir tampoco de la bendición eclesiástica. Los capellanes castrenses de todos los ejércitos rezaban y celebraban misas de campaña por la victoria del país que les procuraba el pan.
Nada había cambiado desde la época en que el bandolero Adalberto, que más tarde fue canonizado, contribuyó al exterminio de los eslavos bálticos con la espada en una mano y la cruz en la otra.
En toda Europa los hombres iban al matadero como animales, acompañados por los emperadores-carniceros, por los reyes y otros potentados y generales, y por los sacerdotes de todas las confesiones, que los bendecían y hacían jurar en falso que «por tierra, mar y aire», etcétera.

Durante los cinco o seis años que duró mi estancia en Rusia, caí varias veces muerto y enterrado a manos de diferentes organizaciones e individuos.

Finalmente, había caído acuchillado en el transcurso de una pelea salvaje con unos marineros borrachos. Esta versión, ambientada en una taberna de Odesa, me parece la más probable.

Al cliente que entra le importa un bledo si habláis correctamente y vos tampoco se lo podéis pedir a él, os tiene que contentar que lo entendéis y podéis atenderlo como es debido. En la tienda basta con saber contar para no robarse uno mismo, porque justamente se trata de hacer negocio, no lo olvidéis. Sois joven y tenéis que aprender de la experiencia, y no de los libros como en la escuela.

Al cliente que entra le importa un bledo si habláis correctamente y vos tampoco se lo podéis pedir a él, os tiene que contentar que lo entendéis y podéis atenderlo como es debido. En la tienda basta con saber contar para no robarse uno mismo, porque justamente se trata de hacer negocio, no lo olvidéis. Sois joven y tenéis que aprender de la experiencia, y no de los libros como en la escuela.

Ahora, jovencito, lo llevo al sótano solo para que sepa dónde guardamos el aceite de oliva. —El señor Tauben abrió el tabique de madera y señaló un barril de hojalata—. Ve esto, aunque lleve escrito aceite de lino para nosotros ahora es aceite de oliva.

Confieso a Dios todopoderoso y a ustedes señores diputados Modráček y Hudec que..

Nacido en Praga en una familia arruinada a causa de los problemas de alcoholismo del padre, Ja‍

Franz Kafka y Jaroslav Hašek nacieron en el mismo año, 1883, en la misma ciudad, Praga, en la que pasaron la mayor parte de su vida; ambos murieron a los cuarenta años de edad. Para ambos,

En septiembre de 1915 se dejó apresar voluntariamente por el enemigo, los rusos; a continuación pasó más de un año escribiendo y publicando en la capital de Ucrania, Kiev.